Con algunas, basta mirarlas para descubrir su poder. Muchas veces reside en su cabellera fuerte, impecable, poderosa, brillante, perfumada, voladora; otras en su andar eterno que se insinúa sobre un zapato original y se cobija en una minifalda ínfima que alegra la ciudad.
Tal vez su languidez te emocione o te deje sin palabras, el conjunto fresco, casi etéreo que te imprime una paz desusada. O habrá un instante en que su elegancia te sacuda, te cuestione, te magnifique al punto de comprender que la belleza de la ciudad cosmopolita sólo está completa en el ensamble del buen gusto circulando a tono con el hormigón.
Hay ocasiones en las que la fortaleza está en su aproximarse, late, emocionante, con cada paso y parece desbordar de un generoso escote. Algunas veces son sus ojos, como faroles, aún de día, que arrojan una luz magnética que no te permite mirar, ni pensar ni interrogarte sobre otra cosa...
Por momentos puedes comprender la melancolía de Buenos Aires, cuando ves esas mujeres que, en su alejarse despliegan su poderío y entiendes que sólo hay dos caminos: seguir tu instinto y tratar de alcanzarlas, o confirmar que cada tiempo pasado fue mejor…
Ellas son las más salvajes, exuberantes, esas a quienes su poder las desborda por el cuerpo e indómitamente lo derrochan en una franca confesión de seguridad, a ellas puedes medirlas, medirte respecto de ellas, y calcular las fuerzas que debieras invertir en la conquista. Seguramente son estas mujeres las que vas a ver cuando caminas por las calles, tal vez las únicas a las que tengas acceso con tu mochila y tu cámara de fotos, cuando circules mirando monumentos, pero… si te gusta el misterio… hay mucho más por descubrir.
Otras portan su poder en sus logros exhiben impúdicas
el resultado de carreras, negocios, familias, que han fundado, alimentado y
sustentado a lo largo de la vida, desfilan cargando como trofeos los signos de
sus victorias.
Algunas viajan en sus logros y sólo las ves cara a cara, cuando
bajan la ventanilla de su auto, o a la salida de la playa de estacionamiento.
Emiten destellos, como las estrellas que provienen de sus manos
atiborradas de promesas de amor en forma de círculo que envuelven cada uno de
sus dedos, o de sus cuellos de donde penden los íconos de hijos y nietos en
pequeñas joyas que les hacen sentir que portan los reales, o de valiosos
relojes orientadores de un tiempo agobiado; hebillas de carteras, maletines,
patillas de anteojos, las llaves del coche, todo en ellas brilla, en oro, en
cuero, o en la piel bronceada, en verano.
Ellas son las ejecutivas, muy urbanas,
cuidado con ellas, lo que se ve, en fuerza, es sólo la punta del iceberg.
Están las caseras, ellas no mueven solamente la ciudad, mueven el mundo.
Las podrás ver, si te aventuras unos días más a salir del circuito turístico, en los barrios, en los peloteros, en los supermercados, en los shoppings (malls). Casi todo el tiempo envían o reciben mensajes de texto de sus hijos, pasan el tiempo con sus amigas, o trabajando en casa, o trabajando fuera de casa, pero casi siempre en los barrios, no se alejan demasiado del hogar, porque en el hogar está la fuerza.
Ellas fijan la
hora a la que se llega a casa para cenar, la hora en que se duerme, ponen el
ambiente de su mesa, y con ello, influencian las charlas de millones de
fábricas, oficinas, talleres la mañana siguiente.
Son quienes planean, dirigen
y digitan la vida de padres, hijos, sobrinos, familias enteras, en grandes
promesas de mesas inmensas con sabrosos manjares y gratos momentos en familia,
suelen estar en calzado deportivo, con ropa muy cómoda, casi siempre con niños
o mascotas.
Ellas son las invencibles, aunque algunas están solas, no lo intentes, pero si lo haces, hazlo
dispuesto a perder todas las batallas.
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